Una manada de cabritos jugaba desaprensivamente en el valle. De pronto apareció un enorme lobo hambriento. . .
Las fauces abiertas, la lengua colgante, los ojos brillantes de asesino, el amarillo pelo erizado; la bestia carnicera infundía espanto. Toda la manada salió al escape para reunirse con los padres, los machos cabríos de fuertes cuernos. Allí se quedarían seguros y protegidos.
Pero uno de los cabritos tuvo un segundo de vacilación, y el lobo, de un salto, le cortó la retirada. El cabrito tuvo que emprender una loca carrera hacia los riscos cercanos. El lobo lo seguía detrás, aullando y rabiando. El cabrito saltaba piedras, escalaba rocas, vadeaba torrentes de un solo salto; y el lobo siempre detrás, relucientes los colmillos asesinos.
Por fin, el cabrito, casi al fin de sus fuerzas, dio un prodigioso salto de casi tres metros y se encaramó a una enhiesta peña; allí el lobo no podía alcanzarle. El cabrito se dedicó a hacerle burla y a dirigirle pullas e insultos. El lobo, rabioso, frustrado y violento, le dijo mascullando palabras: “No eres tú quien me insulta, pobre cabrito. Es la roca donde te has subido. Dale las gracias”.
En el salmo 61 leo lo siguiente: Oye, oh Dios mi clamor, a mi oración atiende. Desde el cabo de la Tierra clamaré a Ti, cuando mi corazón desmayare. Llévame a la roca que es más alta que yo, porque Tú eres mi refugio, y torre fuerte delante del enemigo (Salmo 61:1-3).
Hay momentos en la vida, mi amigo, en los que necesitamos ser levantados en alto. Momentos cuando en profundas simas de depresión la congoja hace presa de nuestra alma. Momentos de negra tentación, cuando orillamos los abismos de la tragedia y el Infierno. Momentos de honda postración moral, cuando nos parece que el mundo se nos viene encima y nada más que la vergüenza y la ruina tenemos por delante.
Es en esos momentos cuando deseamos con toda nuestra alma ser sacados hacia arriba, ser elevados y levantados, por encima de la gente y los problemas, para respirar el aire puro y fresco de una vida sin miserias.
¿Sabes tú cuál o quién es esa roca más alta donde podemos refugiarnos para que el peligro no nos alcance?: JESUCRISTO; Él es llamado en la Biblia “Roca de nuestra salvación”. Es el refugio seguro, la torre fuerte y la roca altísima donde podemos hallar refugio, seguridad y salvación eterna; búscale con todo tu corazón.
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