¡Oh, qué amigo nos es Cristo! |
En el pueblo de Port Hope, Canadá, hay un monumento erigido a la memoria, no de un ciudadano líder de la comunidad, sino en honor de un hombre pobre, trabajador y abnegado, quien dedicó la mayor parte de su vida a ayudar a otros sin pedir nada a cambio.
Joseph Scriven nació en 1820 en Dublin, Irlanda. Este Joven era para Irlanda la promesa de un gran ciudadano de ideales muy altos y grandes aspiraciones. Estaba comprometido con una dulce muchacha que había hecho votos de compartir con él sus más caros sueños. Lastimosamente, la noche antes de la boda, extrajeron su cuerpo de una laguna en la que se había ahogado al caer accidentalmente. El joven Scriven nunca pudo recuperarse de tal pérdida. Aunque se había graduado de Trinity College y estaba listo para emprender una brillante carrera, comenzó a recorrer diferentes lugares, tratando de olvidar. Uno de sus viajes lo llevó al Canadá, donde pasó 41 de sus 66 años de vida. Allí consolidó sus creencias cristianas y éstas fueron las que lo guiaron a hacer obras de servicio en favor de la gente enferma y las viudas pobres, sin esperar pago alguno. No se supo que el señor Scriven tuviera algún talento poético sino hasta un poco antes de su muerte. En cierta ocasión cayó enfermo y un amigo que lo visitaba descubrió el poema que había escrito a su madre en un tiempo de aflicción, sin pretender que alguien más lo fuese a leer. Al poco tiempo, su cuerpo, al igual que el de su novia, fue sacado de un pequeño lago ubicado cerca de su solitaria casa. El poema que encontró su vecino decía: ¡Oh qué amigo nos es Cristo!
Un buen versículo que acompaña a este poema se encuentra en 1ª de Pedro 5:7 "Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros."
Fue mucho después que se le puso la melodía que ahora tiene. Este poema se ha convertido en uno de los himnos más amados de todos los cantos evangélicos jamás escritos. Se dice que el primer himno que muchos misioneros enseñan a sus convertidos es "Oh, qué amigo nos es Cristo." En todas las encuestas tomadas para determinar la popularidad de los himnos y cantos evangélicos "Oh, qué amigo nos es Cristo" se encuentra siempre en los primeros lugares. Mientras se conserve el monumento, el Sr. Scriven será recordado como el hombre que ayudó a otros cuando ellos mismos no pudieron hacerlo.
Tomado de "La Espada"
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