A JESÚS RESUCITADO
¡Qué hermoso vuelves! No ha sido un sueño
aquel horrible sangriento leño,
aquellas horas de cruel dolor.
Yo era la causa de tu agonía,
y al contemplarla me consumía
remordimiento desgarrador.
Los duros hierros que te clavaban,
también el alma me traspasaban
y me partían el corazón.
¿Verdad, Dios mío, que me perdonas?
¿Verdad, Dios mío, que hoy abandonas
la oscura tumba para decir
a mi pobre alma que ya te olvidas
de las terribles, hondas heridas,
que en el Calvario te hice sufrir?
Yo las bendigo. ¡Sí, son tus huellas!
Ya no son llagas, ya son estrellas,
y dulces nidos de mi alma son.
Y tú, bien mío, también las amas,
porque dejaron salir las llamas
que te abrasaban el corazón.
Gracias, Dios mío, por tanta gloria,
gracias, Dios mío, por tu victoria,
por tu dichosa resurrección ,
de aquella muerte que dio la vida,
por ese leño do está esculpida
con rojas letras mi salvación.
domingo, 16 de abril de 2017
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